
Primera Audiencia General de León XIV a un mes de fallecer Francisco
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miércoles 21 mayo, 2025
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En su discurso a los miembros del Consejo Nacional de Jóvenes italianos, Francisco invitó a las nuevas generaciones a ser «testigos de la belleza de la vida» sin dejarse influir por el «pesimismo» y el «escepticismo». Los conflictos deben transformarse en «capacidad de escucha»: superarlos significa haber «apuntado más alto» que las «arenas movedizas de la enemistad»
Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano
Por favor, no pierdan la capacidad de soñar: cuando un joven pierde esta capacidad, no digo que se haga viejo, no, porque los viejos sueñan. Se convierte en un «pensionista de la vida». Es muy feo. Por favor, jóvenes, no sean «jubilados de la vida», ¡y no dejen que les roben la esperanza! ¡Nunca! La esperanza nunca defrauda».
El Papa instó a las nuevas generaciones a ser portadoras de la «belleza y novedad de la vida», convirtiendo las diferencias en «capacidad de escucha» y aspirando a ideales más altos que las «arenas movedizas de la enemistad». «El mal, el pesimismo, el escepticismo no tendrán la última palabra», aseguró Francisco.
«¡La esperanza no defrauda!». Las palabras con las que el Papa Francisco ha convocado el próximo Jubileo se adhieren a las conclusiones del Concilio, para el que «la esperanza es la actitud interior en la que más se reconocen los jóvenes italianos de hoy». Una contraposición, nota el Papa, respecto a tantas «personas desanimadas porque miran al futuro con escepticismo y pesimismo».
Un sentimiento que Francisco pide promover a través de la «participación activa» en el diálogo con las instituciones, en el «trabajo en red» entre las distintas realidades inspiradas en la «solidaridad» y la «inclusión».
En esta tarea, les invito a ser la voz de todos, especialmente de los que no tienen voz. Hoy hay mucha gente que no tiene voz, tantos excluidos, no sólo socialmente por los problemas de pobreza, de falta de educación, por la dictadura de la droga… sino también de aquellos que no saben soñar. Hagan “red” para soñar, y no pierdan esta capacidad: soñar.
Una misión nada fácil de cumplir, dados los desafíos que nos devuelve «la crónica de estos días». El Papa enumera algunos de ellos: «la dignidad del trabajo, la familia, la educación, el compromiso cívico, el cuidado de la creación y las nuevas tecnologías». Cuestiones que, llevadas a la exasperación, confluyen en el registrado «aumento de actos de violencia y autolesiones, hasta el gesto más extremo de quitarse la vida». «Ustedes saben que en el mundo los suicidos juveniles no se publican todos, sino que se esconden».
En tiempos marcados por «una metamorfosis no sólo cultural, sino también antropológica», el Papa relanza la necesidad de promover una «aldea educativa» que, «en la diversidad», comparta «el compromiso de generar una red de relaciones humanas y abiertas».
Es necesario un pacto, una alianza, entre quienes desean poner a la persona en el centro y, al mismo tiempo, están dispuestos a invertir nuevas energías en la formación de quienes servirán a la comunidad.
«Hay una belleza que va más allá de las apariencias», explicó el Papa, que está encarnada por «cada hombre y cada mujer» capaz de vivir «con amor» su «vocación personal, en el servicio desinteresado a la comunidad, en el trabajo generoso por la felicidad de la familia, en el compromiso gratuito para hacer crecer la amistad social». Potenciarla, «significa sentar las bases de la solidaridad social y de la cultura del encuentro».
Su servicio desinteresado por la verdad y la libertad, por la justicia y la paz, por la familia y la política, es la contribución más hermosa y necesaria que pueden aportar a las instituciones para construir una nueva sociedad.
A continuación, el Pontífice planteó dos preguntas a los presentes: «¿Saben jugar con los niños? ¿Son capaces de perder el tiempo jugando con sus hijos o sobrinos?». Y luego, la segunda: «¿Son capaces de acariciar a una persona anciana?». Preguntas que Francisco considera necesarias en una «cultura», la de hoy, en la que «a los niños se les deja crecer solos, sin ternura, y a los ancianos se les envía a residencias, para que mueran allí».
Hay que cambiar: jugar con los niños y acariciar a los ancianos. Y esto hará que su juventud sea fructífera. No lo olviden: niños y ancianos.
Luego hay una verdad, «la más importante». Un «anuncio», que según Francisco «siempre necesitamos volver a escuchar».
«Dios te ama», «Cristo te salva», «¡Él vive!». Si Él vive, entonces la esperanza no es vana. El mal, el pesimismo, el escepticismo no tendrán la última palabra».
Es «el encuentro con una Persona», más que «una decisión ética o una gran idea» lo que da «vida a un nuevo horizonte» de vida cristiana, explicó el Papa. «Un nombre y un rostro», síntesis de esa esperanza en la que se reconocen los jóvenes italianos: Jesús».
Francisco no ocultó las dificultades que los jóvenes encontrarán en su camino. «¡No tengan miedo!», los animó. «No tengan miedo de atravesar incluso conflictos», añadió pidiendo tener paciencia para verlos transformados en «reconocimiento del otro» y «crecimiento recíproco». Las diferencias se comparan con un laberinto, del cual para salir es necesario estar en compañía de otro que nos ayude y siempre «desde lo alto», para que la vida no sea un giro en laberinto que mata a la juventud. El Papa no esconde la tristeza que le provoca ver a los jóvenes que viven en la superficialidad, evitando atravesar los conflictos.
Intentar superarlos es señal de que hemos apuntado más alto, más allá de nuestros intereses particulares, para salir de las arenas movedizas de la enemistad.
«Busquen, custodien y lleven a las sedes institucionales la voz y la esperanza de los jóvenes italianos» ha sido la petición final del Papa a los jóvenes, encomendada en la oración al Beato Pier Giorgio Frassati. «¿Lo conocen?», preguntó. «Yo cuando era niño escuché hablar de él porque mi papá era compañero de la Acción Católica. Es un joven como ustedes, que ha dado testimonio con su vida de la alegría del Evangelio. Les invito a conocerle y a imitar su coherencia y su valentía».
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