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Francisco intervino en los Estados Generales de la Natalidad y contradijo las teorías según las cuales el nacimiento de niños es un factor de desequilibrio: «La vida es un don, no un problema. Sí lo es el materialismo y el consumismo ciego y desenfrenado, que es un virus maligno». El Pontífice citó los datos de un demógrafo: «Las armas y los anticonceptivos invierten con más ingresos: uno mata la vida, el otro la impide». Pide a los gobiernos un mayor compromiso: frenar la hemorragia de vida
Salvatore Cernuzio – Ciudad del Vaticano
En una Italia donde la edad media es de 47 años, en una Europa que se está convirtiendo cada vez más en un «viejo continente», en un mundo donde las armas y los anticonceptivos son las «inversiones que dan más ingresos», en una sociedad donde las madres se ven obligadas a elegir entre el trabajo y los hijos, urgen «políticas eficaces, opciones valientes, concretas y a largo plazo», así como «un mayor compromiso por parte de todos los gobiernos» a favor de la familia. Por cuarto año consecutivo, como desde la primera edición, el Papa Francisco interviene en los Estados Generales de la Natalidad, el gran evento que, reuniendo a ministros, periodistas, intelectuales, empresarios y deportistas, pretende sensibilizar a la opinión pública sobre los problemas ligados a la desnatalidad y sus deseables soluciones.
En el Auditorium de la Conciliación, donde se celebra el acto, el Papa llega poco antes de las 9 de la mañana por una entrada lateral, saludado por música y aplausos. En silla de ruedas, se detiene a saludar uno a uno a los presentes en primera fila. En el escenario, donde la pantalla proyecta el título de la cuarta edición «Esserci. Più giovani più futuro», hay un grupo de niños con la camiseta naranja del evento. Una niña con síndrome de Down, vestida con una sudadera de lentejuelas moradas, está sentada frente a la silla del Papa y, tras jugar con la cámara de su fotógrafo, se detiene a saludar a Francisco, que la acaricia y choca los cinco con ella.
Junto al Pontífice está Gigi De Palo, presidente de la Fundación para la Natalidad y alma de este evento que el propio Papa define como una «obra de esperanza»; toma la palabra para agradecer a Francisco esta continua participación: «La persona más importante que tenemos es la que más nos hace sentir a gusto», dice, recordando el objetivo básico de los Estados Generales: «La primavera demográfica, no porque estemos preocupados por quién pagará nuestras pensiones, sino porque queremos que nuestros hijos sean libres».
Francisco abrió su discurso con el habitual «buenos días», seguido de aplausos: «Es bonito aplaudir cuando uno da los buenos días, porque muchas veces no nos saludamos», comenzó, reiterando que el tema de la natalidad le era «muy cercano». Luego va directo al grano y, como para responder a los numerosos estudios y teorías maltusianas y similares que -en el pasado, como en el presente- señalan a la natalidad como la raíz de tantos desequilibrios en el planeta, subraya que no, que el problema del mundo no es que nazcan niños, que no son ellos la raíz de la contaminación, del hambre, de la falta de recursos.
El problema… son las opciones de quienes sólo piensan en sí mismos, el delirio de un materialismo desenfrenado, ciego y rampante, de un consumismo que, como un virus maligno, erosiona de raíz la existencia de las personas y de la sociedad
El Papa exhorta a «invertir el rumbo» y hacerlo como política y como sociedad «para que las jóvenes generaciones estén en condiciones de realizar sus legítimos sueños». Se trata de poner en marcha «opciones serias y eficaces a favor de la familia», subraya el Pontífice, por ejemplo, debemos «poner a una madre en la condición de no tener que elegir entre el trabajo y el cuidado de los hijos».
El discurso está intercalado con varios pasajes improvisados, por ejemplo, cuando el Papa habla de un estudioso de la demografía que le dijo: «Ahora mismo las inversiones que dan más ingresos son la fábrica de armas y los anticonceptivos. Una destruye la vida; la otra impide la vida».
«Realismo, visión de futuro y valentía» son las tres palabras clave que el Obispo de Roma indica en su discurso. «Realismo», en referencia precisamente a las diversas teorías, «ya anticuadas y superadas desde hace tiempo», que hablaban de los «seres humanos» como «problemas» y que, por tanto, «el nacimiento de demasiados hijos crearía desequilibrios económicos, falta de recursos y contaminación».
La vida humana no es un problema, es un don. Y en la raíz de la contaminación y del hambre en el mundo no están los niños que nacen…
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