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Nagasaki, una película para no olvidar el horror de la bomba atómica

Nagasaki, una película para no olvidar el horror de la bomba atómica

Radio El Salvador

Publicado en • 3 noviembre, 2025

Nagasaki: In the Shadow of the Flash, proyectada en la Filmoteca Vaticana, conmemora los ochenta años de la explosión del artefacto nuclear. Es la historia contada por Jumpei Matsumoto, el director japonés que ha dedicado su obra a las enfermeras que auxiliaron a los sobrevivientes en la ciudad destruida.

Matteo Frascadore – Ciudad del Vaticano

Una película para no olvidar el horror de la bomba atómica. El pasado viernes 31 de octubre se proyectó en la Filmoteca Vaticana Nagasaki: In the Shadow of the Flash, una obra del director japonés Jumpei Matsumoto dedicada a las enfermeras de la Cruz Roja que, tras el bombardeo atómico del 9 de agosto de 1945, socorrieron a los sobrevivientes en la ciudad arrasada. El filme nace —según explicó el propio autor, presente en Roma— “de la enseñanza del amor de Jesús” y de las huellas aún visibles de los fragmentos del arma nuclear que permanecen en el territorio.

La historia sigue a tres jóvenes enfermeras que, tras el cierre de su escuela a causa de los bombardeos, regresan con sus familias a Nagasaki. Viven unos días aparentemente tranquilos, pronto quebrados por la explosión atómica. La película narra su regreso al trabajo entre las ruinas: entre víctimas, heridas, quemaduras, silencios y oraciones. Está inspirada en el libro In the Shadow of the Flash – Notes of Red Cross Nurses Providing Relief for Atomic Bomb Victims, que recoge las memorias reales de las enfermeras que participaron en las labores de rescate.

Reconstruir lo que nunca fue filmado

Al presentar la obra, Matsumoto subrayó la fragilidad y al mismo tiempo la fuerza de la memoria: “Sobre la explosión de aquella bomba tenemos muchas fotografías y muchos testimonios escritos, pero casi ningún material filmado. Creo que obras como esta pueden acercar al espectador a las sensaciones de quienes vivieron esos momentos”.

Esa ausencia de imágenes en movimiento generó en él la responsabilidad de reconstruir el dolor, la dignidad y el cuidado: “Estoy convencido de que los testimonios y las recreaciones pueden ayudar al público a comprender mejor un tema tan complejo”.

El director contó que se acercó a la historia también a través de los recuerdos de conocidos y familiares: “De mi abuela no pude escuchar los relatos directamente, pero gracias a otras personas oí muchas historias. Al hacer esta película intenté no poner nada mío: investigué, escuché, traté de entender qué había quedado en la memoria de la gente”.La foto del niño de Nagasaki: una mirada que aún habla

Entre las referencias que inspiraron al director está una de las imágenes más emblemáticas de aquella tragedia: el retrato del niño que carga en la espalda a su hermano muerto, fotografiado por Joseph Roger O’Donnell.

Una imagen que conmovió profundamente al Papa Francisco, quien años atrás mandó reproducirla en una tarjeta con la frase: “El fruto de la guerra”.

“Esa foto muestra un momento de la vida de aquel niño. Yo intenté imaginar lo que ocurrió antes y después”, explicó Matsumoto.

Fe, memoria y desarme: una película que clama por la paz

Aunque personalmente se declara a favor del desarme nuclear, Matsumoto aclaró que no quiso convertir su película en un manifiesto político. La raíz de su obra está en otro lugar: “Soy católico, y mi fe influyó mucho. No se puede pensar en lo que ocurrió en Nagasaki sin tener en cuenta la identidad católica de esa ciudad”.

Por eso, afirma el director, la fe tuvo una gran influencia en la creación de esta película, que se convierte en un testimonio de memoria, compasión y esperanza.