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El 30 de abril de 2000, el Papa San Juan Pablo II canonizó a Santa María Faustina Kowalska y declaró el Segundo Domingo de Pascua como el Domingo de la Divina Misericordia. Este año celebramos esta fiesta el 27 de abril.
En su devoción, dos años después, el Papa Juan Pablo II encomendó el mundo a la divina misericordia al consagrar el Santuario Internacional de la Divina Misericordia en Lagiewniki (Polonia).De pie ante la imagen de la divina misericordia, el Papa proclamó:
“Quiero consagrar solemnemente el mundo a la Misericordia divina. Lo hago con el deseo ardiente de que el mensaje del amor misericordioso de Dios, proclamado aquí a través de santa Faustina, llegue a todos los habitantes de la tierra y llene su corazón de esperanza”.
Concluyó su homilía con esta oración:
Dios, Padre misericordioso, que has revelado tu amor en tu Hijo Jesucristo y lo has derramado sobre nosotros en el Espíritu Santo, Consolador, te encomendamos hoy el destino del mundo y de todo hombre.Inclínate hacia nosotros, pecadores; sana nuestra debilidad; derrota todo mal; haz que todos los habitantes de la tierra experimenten tu misericordia, para que en ti, Dios uno y trino, encuentren siempre la fuente de la esperanza.
Padre eterno, por la dolorosa pasión y resurrección de tu Hijo, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Amén.
La consagración y entrega del mundo a la Divina Misericordia representó la culminación de una misión iniciada por Santa María Faustina Kowalska (1905–1938). Faustina, una joven monja polaca de origen humilde, experimentó visiones de Jesús en las cuales Él le pidió dar a conocer al mundo su mensaje de amor y misericordia infinitos. A solicitud de su director espiritual, Faustina registró estas visiones en su diario.
En una de sus apariciones, Jesús le pidió que hiciera pintar una imagen según lo que ella veía. En su diario, escribió:
“Pinta una imagen según el modelo que ves, con la inscripción: ‘Jesús, en ti confío’. Deseo que esta imagen sea venerada primero en tu capilla, y luego en todo el mundo. Prometo que el alma que venere esta imagen no se perderá”.
En otra revelación, Jesús le pidió que ayude a establecer la Fiesta de la Divina Misericordia en el primer Domingo después de Pascua, como un ofrecimiento de salvación para el mundo.
Faustina consignó las palabras de Jesús: “Esta fiesta ha salido de las entrañas de mi misericordia y está confirmada en las profundidades de mi ternísima misericordia. Toda alma que crea y confíe en mi misericordia, la obtendrá”.
San Juan Pablo II sintió que era parte de su misión ayudar a cumplir este encargo.
Si Santa Faustina fue la primera en recibir el mensaje de la divina misericordia, su compatriota polaco se encargó de llevar a cabo los pedidos de Jesús y de difundir esta devoción por todo el mundo.
Como joven seminarista en Cracovia en 1940, Karol Wojtyła conoció las revelaciones de Santa Faustina y el mensaje de la misericordia. Más tarde, como sacerdote, fue un visitante frecuente del convento donde vivió Faustina, y allí oraba y realizaba retiros espirituales. Cuando fue nombrado Arzobispo de Cracovia, lideró el esfuerzo para llevar el nombre de Faustina ante la Congregación para las Causas de los Santos y la defendió cuando la validez de sus afirmaciones fue cuestionada en Roma.
Como Papa, publicó su segunda encíclica, Dives in Misericordia (Rico en misericordia), el 30 de noviembre de 1980.
Al año siguiente, mientras se recuperaba del intento de asesinato, San Juan Pablo II visitó el Santuario del Amor Misericordioso en Collevalenza (Italia), donde confesó que consideraba la difusión del mensaje de la divina misericordia como su misión más importante:
“Desde el principio de mi ministerio en la Sede de San Pedro en Roma, consideré este mensaje como mi tarea especial. La Providencia me lo ha asignado en la situación actual del hombre, de la Iglesia y del mundo. Podría decirse que precisamente esta situación me asignó ese mensaje como mi tarea ante Dios”, afirmó.
En la beatificación de Santa Faustina, el 18 de abril de 1993, el Papa expresó su alegría al ver la expansión de la devoción a la divina misericordia:
“Su misión continúa y está dando frutos sorprendentes. ¡Es verdaderamente admirable cómo su devoción a Jesús misericordioso se está extendiendo en nuestro mundo contemporáneo y conquistando tantos corazones humanos!”, dijo.
Sin embargo, aún faltaba algo importante: el 30 de abril de 2000, en el Domingo de la Divina Misericordia, San Juan Pablo II canonizó a Santa Faustina Kowalska y oficialmente instituyó el segundo domingo de Pascua como el Domingo de la Divina Misericordia.
Cuando consagró el mundo a la divina misericordia, el Papa compartió su esperanza de que el mundo acogiera este mensaje de misericordia de Dios. Citando el Diario de Faustina, dijo:
“Que este mensaje salga de aquí hacia nuestra amada patria y hacia todo el mundo. Que se cumpla la promesa vinculante del Señor Jesús: desde aquí debe salir ‘la chispa que preparará al mundo para su última venida’” (cf. Diario, 1732).
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